viernes, 22 de mayo de 2015

Tratado 1º sobre el chicle

Recuerdo con toda claridad el día que mi hermano César, me dio un chicle, mi primer chicle. Era por la mañana, sábado, el día mejor de la semana, o así lo recuerdo yo, pero porque lo era os lo contaré en otro post.
Esa mañana, mamá trajo un paquete de Cheiw de color blanco, o sea de menta. El paquete era grande, y dentro tenía 5 piezas. Adoraba ese olor, a limpio... a fresco... y siempre que veía a César masticándolo, con sus perfectos dientes blancos, yo, pensaba para mis adentros, quiero eso....
Probablemente tendría los años que tiene ahora monotiti, o algo menos, debí ser tan pesada, tanto, que accedió a darme uno. Me dijo, no se traga, eh?, mastícalo, y cuando no te guste como sabe, o te canses, me lo dices y lo tiramos, pero no se traga... Y así, por primera vez, empezó un romance que dura aún... y no me lo tragué.
 
 
 
Para poder hacer este tratado, además de todo lo que voy a contar de mi cosecha, tengo que añadir la parte "técnica", es decir, busco en Wiki y aquí está la definición:
 
La goma de mascar, comúnmente conocida como chicle, es una goma masticable con sabor dulce. Si bien la mayoría de las actuales utilizan una base de plástico neutro, también conocido como el acetato de polivinilo, o también la goma de xantano, hasta hace relativamente poco tiempo se utilizaba sin embargo la savia de un árbol tropical: el chiclero, al cual debe su nombre más popular.
El nombre popular de chicle (originalmente de la palabra náhuatl tzictli) que es un polímero gomoso que se obtiene de la savia del Manilkara zapota, un árbol de la familia de las sapotaceae (antes denominado como Sapota zapotilla o Achras zapota) originario de México, América Central y América del Sur tropical. Debido a su sabor dulce y aromático, numerosos pueblos amerindios lo utilizaban para masticar.
 
En "Lo que el viento se llevó", Rett le dice a Scarlatta "Ten, toma mi pañuelo. Jamás en ninguna crisis de tu vida he visto un pañuelo en tus manos"... en mi vida, todos los acontecimientos llevan aparejados algún chicle...
 
He tenido muchísimas anécdotas relacionadas con los chicles, probablemente necesite alguna segunda parte a este tratado para poder completarlo.
 
Un familiar, que tenia la misma querencia que yo, osea, los chicles, guardaba celosamente todos los que le ofrecían, llegó a tener una bolsa enorme llena de chicles de todas las marcas y de todos los sabores, yo miraba inquisitivamente la bolsa, y ella, la escondía. De vez en cuando, mascaba lánguidamente, como todo lo que hacía habitualmente, sin gana, aparentando ser elegante, y de repente soltaba un "uis" discreto y oportuno para que todos le preguntásemos, ¿que pasa?. Su respuesta era siempre la misma, "me he tragado el chicle". Yo le decía asombradísima "si?, se te van a pegar las tripas..." a lo que contestaba "es que me da pena tirarlo, es mio". Jamás entendí esa teoría, aún hoy, me sigue pareciendo, ridículo. (pincha aquí)
 
Cheiw, Bazoka, Cosmos, Dunkin, Niña, May, Adams, Duglas ...más tarde Boomer, Bang Bang, Boobaloo, Tico Tico, y mis adorados Kojak con chicle dentro... Todas las variantes de ellos, como los de canela, chocolate, fresa acida, clorofila, menta, fresa, peppermint, plátano, y alguno más, me encantaban... nunca jamás soporte el olor ni el sabor del chicle de sandía, es más, se me torcía la boca de solo olerlo, creo que es el único que no aguanto, aunque el "Big Red de Wrigley's" es para campeones, pica como un demonio!! barre cualquier bacteria que esté acomodada en tu boca, en tu garganta, en tu esófago, en tu tracto digestivo... es como el Listerine, pero en chicle.
 
Hay varias formas de mascar chicle, pero todas ellas, se resumen en dos:
1º.- Rumiantes.
2º.- Pisa charcos.
 
Los rumiantes, como yo, masticamos el chicle, sin abrir la boca, habitualmente dejamos que solo esté en un lado de la boca, por lo que vistos desde fuera parecemos vacas en plena regurgitación.
 
Los pisa charcos, son aquellos, que mastican el chicle como si no hubiera un mañana, que digo un mañana, un después. Su avidez al masticar, y su movimiento mandibular es tal, que instintivamente, pones las manos debajo de su quijada por si se desprende en algún momento, no se vaya a perder. Todo ello acompañado de los ruidos semejantes al que hacen las botas al pisar los charcos y que oyes con tremenda claridad porque mantienen la boca abierta incluso al pasar el amasijo de un lado a otro de la misma, es más o menos "chof chof chof chof"... seguido de un "chofchofchofchoff"... y de un "chochochochoffffchof"... Que digo yo, como podrán mantener tal cantidad de saliva con la boca abierta...
 
En la segunda mitad de los años 70, tendría yo, unos 10 años más o menos, empecé a aficionarme a leer comics, gracias a mis hermanos y primos. Había uno, que me hacía gracia, no era de mis favoritos, pero aún hoy, recuerdo algunas de sus historias, y he comprado recientemente sus reediciones, me refiero a Esther y su mundo (pincha aquí), me encantaba lo resuelta y natural que era, sus pecas, su pelo, sus dientes asomando bajo unos perfectos labios, y sobre todo, que en casi todas sus historias, masticaba un chicle de fresa... ya nos parecíamos en dos cosas, el nombre y la afición por el chicle....
 
Durante EGB consumí chicles los fines de semana, muchos, pero no llegaría a mi consumo colosal hasta que llegué a mi adorada FP. Eso fue la quimera del oro, perdón la quimera del chicle!!!
 
Llegué a duras penas a aquél colegio, sin saber muy bien para que, hasta que la conocí a ella. Nunca me gustó estudiar, ni siquiera entonces, pero lo pasé tan tan bien, y además... comí tantos chicles, que me parecía que nada podía pasarme, ingenua de mi.
 
Sonia, que así se llama mi amiga, solía llegar siempre con algún chicle a clase. Eso no era bueno, porque las profesoras aborrecían vernos rumiar (nosotras somos de la clase 1º "rumiantes"), y aunque no hacíamos ruido por ser de esa clasificación, la mandíbula batiente provocaba un movimiento continuo e inusual, que siempre, SIEMPRE, llamaba la atención de alguna profesora.
- Doyágüez!! que tiene en la boca?... tírelo... tiiiiiiiiiiiirelo!, y yo... tiraba un trozo... (y seguía rumiando...)
- Díaz!!! que está comiendo!!! chicle?? póngaselo en la nariz... en la nariz le digo... (al rato... a rumiar...)
 
Y así transcurrían nuestros días... unos descubiertas rumiando, y otros no.
Cuando estábamos en tercero, ya casi con 17 años, nos pasábamos el chicle de una a otra, si si, exactamente como pensáis, masticado y perfectamente babeado, pero con su sabor intacto... Ese misterio, me ronda últimamente, y me provoca desazón, es decir, la perdida de sabor de los chicles en mi boca, es proporcional a mis años. Por ello, ahora consumo una cantidad de chicles ingente, ya que su sabor dura... ñac ñac... 5 minutos.
 
Con Sonia tuve una anécdota que he contado ya alguna vez. Un día, salíamos del Instituto para volver a casa, y como siempre íbamos haciendo el ganso por la calle. Riendo a gritos. Yo llevaba un chicle en la boca. La calle estaba prácticamente vacía, solo íbamos las cinco que volvíamos juntas a diario. Por aquel entonces, había perfeccionado mi técnica escupiendo el chicle para encestar en las papeleras de la calle. Soplaba a la vez que salía una bolita perfecta hacia una papelera o un hueco de árbol. Nunca en la acera o el pavimento, eso jamás. El caso, es que me disponía a hacer el lanzamiento, cuando Sonia me empujó. Y la bolita se dirigía a la acera, levanté el pie, dándole una magnífica patada, con la suerte de darle a la bolita, que automáticamente fue a parar a la parte interior del cristal de la gafa del señor que tenia delante... sonó algo así como "poc". Las bellacas salieron corriendo hacia ningún sitio, como las gallinas, menos yo, que me senté en el suelo de la risa incontenible... Jamás volví a practicar el lanzamiento... jamás....                           (continuará....)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

7 comentarios:

  1. Jajajajaja Te quiero, te quiero, te quiero y te quierooooooooooo.
    Mi voto a favor para que sigas practicando el lanzamiento. Molabaaaaaaaaaaa.
    P.D.: Desde aquí, mil perdones al señor de las gafas, pero no fué nuestra culpa. Estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado :)

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    1. jajajaja, me rio yo del tio de los puñales.. jah!!!!

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  2. Jajajajajaja
    Acabo de llegar a tu blog y he de decirte que me encanta leerte,bueno,la verdad es que no esperaba menos de ti. ☺
    Muaksss
    Soy Ana Trigo

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